miércoles, 25 de agosto de 2010

Toy Story 3 (sin D)

Ayer fui al cine a ver Toy Story 3, pero no llegamos a tiempo para la sesión en 3D, así que finalmente disfrutamos de la película en el formato tradicional. Animada por todos los muchos amigos que la habían visto ya, fui dispuesta a reirme y emocionarme con una película “para niños” al más puro estilo Pixar. He intentado seleccionar a uno de los personajes para erigirlo como mi favorito pero, por el momento, no he sido capaz: la entrañable y soñadora Bonnie es una firme candidata, aunque el BuzzLightyear andaluz me hizo reir a carcajadas. Eché en falta más diálogo con el inconfundible y genial doblaje de Diego el Cigala. Una vez más, los guionistas estadounidenses no tienen muy claro cómo situar España en el mapa y los movimientos de Buzz-Cigala, supuestamente flamencos, terminaban por convertirse en algo así como un híbrido entre tango, mariachi y movimientos al más puro estilo bullfighter mejicano. Entrañable y divertida, la película no defrauda, nos hará dudar la próxima vez que pensemos en tirar un juguete a la basura, y merece sin duda el título de más taquillera de la historia del cine, con más de 900 millones de dólares de recaudación en los primeros días en cartelera.

Según he investigado, sí que merecía la pena ir a la sesión en formato 3D y añadir tres euros al más que considerable presupuesto que requiere ir al cine (con palomitas y refresco, por supuesto), ya que la obra de Pixar ha sido rodada en tres dimensiones. Las tres películas que se anunciaban antes del genial corto que introducía Toy Story se presentaban también en formato 3D y, de ahí, mi reflexión de hoy (aunque ya me estoy extendiendo más de lo que me han recomendado).

Semanas atrás leía un artículo que alertaba sobre El timo de la estampita en 3D, que hacía referencia al filón que ha encontrado la industria cinematográfica en el formato tridimensional, el único capaz de atraer público a las macrosalas de cine en tiempos de crisis para el celuloide.
Yo misma he visto ya varias películas en 3D y, sin duda, existe una diferencia abismal entre aquellos filmes que han sido rodados íntegramente en formato tridimensional, como Avatar (cuya historia se desarrolla en el planeta imaginario Pandora, de una belleza virtual digna de ser disfrutada en tres dimensiones), y las que cuentan con escasas escenas preparadas para las consabidas gafas, como es el caso de Up.

La dimensionalización (pasar una película rodada en 2D a 3D en el proceso de postproducción) resulta, al parecer, mucho menos costoso (un 30%) que el rodaje tridimensional pero, sin duda, los efectos resultantes son mucho menos espectaculares y, casi siempre, restan calidad a la película original. Un claro ejemplo de ello es Alicia en El País de las Maravillas, película que decepcionó considerablemente a esta fan incondicional de Tim Burton. Tengamos cuidado con el reclamo 3D.

2 comentarios:

  1. No he tenido ocasión de asistir a ninguna sesión en 3D todavía. No sé si tendrán mayor atractivo que aquéllas a las que hace ya algunos años íbamos y para las que, a la entrada, nos daban unas gafas de cartón. Imagino que sí, porque aquella moda desapareció, imagino que por la escasa calidad del producto cinematográfico y de la técnica.

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  2. No creas que ha cambiado mucho. Ahora, en lugar de ser de cartón, las gafas son de plástico, pero igual de incómodas y desfasadas.

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