martes, 3 de abril de 2012

Promesas



prometer

(Del lat. promittĕre).
1. tr. Obligarse a hacer, decir o dar algo.
2. tr. Asegurar la certeza de lo que se dice.



jurar
(Del lat. iurāre).
1. tr. Afirmar o negar algo, poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas.
2. tr. Reconocer solemnemente, y con juramento de fidelidad y obediencia, la soberanía de un príncipe.

Nunca fui amiga de promesas y juramentos. Creo que ni siquiera de pequeña, porque recuerdo que cuando pedía a alguien que me jurara algo ya era consciente de que la respuesta no sería tan certera como la petición requería. Y aunque me resisto a caer en el lado más pesimista de todos, no puedo evitar pensar que las verdades no son más verdades por estar dichas bajo la promesa de alguien, bajo su palabra, que no es más que eso: una palabra. Muy atrás quedó ese tiempo en que, convencida y temerosa, juraba por dios pensando que su omnipresencia y todasabiduría eran algo así como un detector infalible de mentiras. Qué cosas.

Esa frase de "está usted bajo juramento” en un juicio, por ejemplo ¿supone de verdad para el destinatario presión alguna, teniendo en cuenta que su testimonio no es más que una de las piezas que conforman la estrategia de la parte defensora para salir indemne? 



Nos prometen los políticos y no nos cansamos de creernos lo que sabemos que no pasará. Promesas escritas, firmadas, grabadas y repetidas hasta la extenuación, que desaparecen sin que nadie exija responsabilidades. Quienes juran sus cargos políticos y honoríficos parecen olvidarse de su palabra cuando apodera de ellos la avaricia, el poder o el vicio, qué se yo. Y las voces que prometen alternativas al sistema podrido se apagan con resignación cuando en las urnas vuelve a votarse el mismo poder manido y casposo. Las mismas caras y las mismas promesas. Y quienes nos prometemos a nosotros mismos que esta democracia puede volver a ser de verdad, tenemos ese miedo infantil e intuitivo que nos dice "puede que ya no haya vuelta atrás".

En la universidad nos prometieron que existía la objetividad, que los principios de la economía nos bastarían para emitir un juicio contrastado sobre semejante materia. Que la independencia nos daría dignidad. Que el esfuerzo genera siempre recompensa y que la propaganda era una técnica obsoleta sin sentido en la actualidad. 
La publicidad nos promete sensaciones y éxitos que jamás tendremos. Los bancos prometen valores espirituales en lugar de valores nominales y los jefes bufandas que no llegan ni en verano ni en invierno.  


Juramos amor eterno y una vida en común; no dejar pasar el tiempo y ser valientes; no dejar de ser nosotros mismos y aplicar la lógica la próxima vez. Prometemos no depender de nadie nunca más, no volver a equivocarnos... para volver a empezar.