martes, 21 de septiembre de 2010

Evolución, o cómo sobrevivir a las tradiciones

Esta es la estampa que ilustra cada día mi paseo desde el metro a casa: es como si es el espíritu de Manolete quisiera gastarme una broma pesada por todas las veces que he pensado (y verbalizado) "que se dedique a otra cosa" ante las lamentaciones de los aficionados por la cogida de un maestro. ¿Maestro de qué? - me pregunto yo -. Y nombro a Manolete por decir uno, qué se yo. Me hace mucha gracia eso de Ay Manolete, si no sabes torear pa' qué te metes.

Ya parece haber pasado el intenso debate vivido hace escasas semanas -pienso ayer volviendo a casa-. Pero leo un titular que me llama la atención, al más puro estilo slogan, y que dice algo así como Cataluña blinda sus fiestas. Toros enloquecidos con sus pitones en llamas en la foto. En el Parlamento Catalán, CiU, ERC, PP y la mayoría de los diputados del PSC, votaban ayer una norma que regula los correbous y que muy probablemente les asegure un buen número de votos en las cercanas elecciones autonómicas: este lamentable circo es tradición en más de 60 pueblos sólo en Tarragona.

El movimiento animalista, que ya estuvo muy presente en la red, convirtiendo blogs y redes sociales en su espacio para la celebración de la prohibición de las corridas de toros hace dos meses en Cataluña, se lleva las manos a la cabeza. Ahora, los comentarios de los periódicos digitales reprochan a los políticos catalanes casi lo mismo que toreros, aficionados y periodistas taurinos en su momento: la decisión de Cataluña es totalmente política. Casi.

Recuerdo pefectamente las portadas que aludían entonces a grupos antitaurinos en Facebook, tachándolos de "insultantes" y "agresivos" porque en ellos se equiparaba el efecto de la tortura en el animal con el de un torero que sufre una cogida. Periódicos fachosos a un lado, el debate se mantuvo en la calle, en las familias, en las reuniones cerveceras y en las redes sociales. Cada vez tenemos menos miedo a decir quiénes somos y en qué creemos en el ámbito digital.

En cuanto a la decisión política, yo abogo más bien (como los animalistas) por una evidente estrategia electoralista que por un supuesto paso más para alejarse de esa EspañaConMayúscula que se rompe, y que tanto criticó el sector taurino en su momento. Si bien es cierto que el nacionalismo no me parece tan diferente del patriotismo: ambas ideologías me resultan obsoletas, desfasadas... incompatibles con el devenir político y social. Para nada en sintonía con la tendencia inevitable y a veces también positiva de integración y globalización. No me preguntéis por qué, pero yo a los catalanes los he visto siempre como muy europeos y por eso me choca tal sentimiento de arraigo a su nación. No obstante lo respeto y, siempre que se reivindique de forma pacífica (lógico), no me parece algo negativo. Más bien anticuado.

Volviendo al tema, en julio quise creer en la imagen de las lágrimas de los parlamentarios animalistas, porque yo misma había enviado mensajes para felicitar a algunos amigos, a mí también me pareció un momento histórico digno de celebración. Ayer, ERC y CiU respaldaban estos festejos "porque el toro no muere". Increíble. Creo firmemente en la defensa del animal y me cuesta entender que alguien disfrute con semejante espectáculo. La existencia del toreo es, para mí, un sinsentido. Me pasma, de hecho, que los mismos que aman a sus animales de compañía hasta casi humanizarlos sean capaces de asistir con el mismo deleite al suplicio o la muerte de otro ser vivo. La tortura nunca tiene final feliz, independientemente de que el animal sobreviva.

Mis propios argumentos me resultan básicos pero son los que la lógica y un mínimo de sensibilidad me gritan cuando veo de refilón alguna corrida haciendo zapping. La causa en sí se me antoja tan obvia. ¿Arte? ¿Cultura? La cultura te enriquece y te regala sensibilidad, no creo que la cultura se acerque en absoluto a la muerte, excepto cuando lo hace, claro está, bucólicamente.

Podría llegar a entender, que no excusar, que en determinados lugares en los que el acceso a los recursos sigue estancado en el siglo XIX, se continúe tratando al animal como una herramienta de trabajo hasta cosificarlo. Pero tampoco me explico qué misteriosa garantía de ética o sensatez implica la palabra tradición, que tanto ha justificado el toreo. También es una tradición milenaria tirar cabras de los campanarios y, como no, los correbous. Todas y cada una de estas costumbres que provocan sufrimiento innecesario a un animal están abocadas a la desaparición*, como ocurrió con la lucha cuerpo a cuerpo de hombres y leones: toda una tradición en la Antigua Roma.

Tantas y tantas tradiciones abominables han muerto gracias a la evolución y trascendencia del hombre. Evolución es la palabra clave y, en este sentido, me da la impresión de que que buena parte de la Generación i ya ha evolucionado. Mientras entramos en razón, yo mantengo la esperanza de que algún día en las Ventas sólo se celebren conciertos, que la centenaria plaza de toros acabe convirtiéndose en una plaza para la cultura.







*No creo que sea necesario aclarar que existen otras muchas tradiciones que atentan directamente contra las personas, física o psicológicamente, y cuya abolición es sin duda prioritaria. Las mujeres y las niñas suelen ser, además, víctimas habituales de prácticas atroces e históricamente aceptadas. Pero ese es otro tema. Mucho más grave.

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