La culpa fue del capitán
Por suerte o por desgracia, las informaciones que nos llegan a través de la Red relacionadas con catástrofes naturales o aparatosos accidentes humanos, suelen estar especialmente marcadas por el impacto visual. Ahora más que nunca, el material gráfico se convierte en el medio de transmisión más instantáneo o, al menos, el que produce la reacción más rápida en el menor tiempo posible. Por eso, cuando un imponente crucero de 17 pisos partido en dos fue fotografiado a menos 100 metros de las rocas, los responsables de Costa Cruceros debieron pensar que esta desgracia acabaría con la compañía.
La dramática sorpresa llega cuando, a pesar de la cercanía de aquel monstruo con la orilla, hay víctimas y desaparecidos (16 fallecidos, hasta ahora). Y cuando aún no habíamos salido de nuestro asombro leyendo las crónicas sobre lo ocurrido, comienzan a filtrarse detalles sobre la actuación del capitán, Franchesco Schettino, desde que comienzan los cortes de luz hasta que huye despavorido entre los primeros botes salvavidas. Una muestra del goteo informativo, en parte fruto de la indagación de la prensa y muy en parte del interés de la compañía:
Pero, por si cabía esta duda, este fin de semana he podido leer declaraciones de sus compañeros de profesión asegurando que Schettino era muy respetado en este entorno y podía presumir de un currículum intachable (comenzó como responsable de seguridad del barco). Esto exime en parte a la naviera de cara a la galería.
Lo verdaderamente cierto es que la gestión de la comunicación de esta crisis, encomendada a Burson-Masteller, se ha llevado a cabo lo suficientemente bien como para que, hasta el momento, poco se haya hablado en los medios de la responsabilidad de Costa Cruceros en el siniestro, que ya ha expresado en un comunicado que todo se debió a un error humano significativo. En el manejo inmediato de esta crisis de reputación, ese primer impacto del monstruo encallado en la orilla ha sido paliado desviando la atención hacia las golferías de un actor secundario. Incluso dando por hecho que los errores cometidos en ese viaje son un hecho aislado dentro de Costa Cruceros, seamos realistas: han de cometerse fallos delirantes para llegar a esa catástrofe.
Ahora que el asunto comienza a desvanecerse poco a poco de la agenda mediática, los muchos implicados en el desastre de Costa Cruceros tendrán que hacerse cargo de la otra parte de responsabilidad, muy probablemente, ante la justicia. Con su rápida respuesta, la compañía ha conseguido, al menos por el momento, que no sea la opinión pública quien juzgue y decida si sus barcos deben continuar navegando.
Por suerte o por desgracia, las informaciones que nos llegan a través de la Red relacionadas con catástrofes naturales o aparatosos accidentes humanos, suelen estar especialmente marcadas por el impacto visual. Ahora más que nunca, el material gráfico se convierte en el medio de transmisión más instantáneo o, al menos, el que produce la reacción más rápida en el menor tiempo posible. Por eso, cuando un imponente crucero de 17 pisos partido en dos fue fotografiado a menos 100 metros de las rocas, los responsables de Costa Cruceros debieron pensar que esta desgracia acabaría con la compañía.
La dramática sorpresa llega cuando, a pesar de la cercanía de aquel monstruo con la orilla, hay víctimas y desaparecidos (16 fallecidos, hasta ahora). Y cuando aún no habíamos salido de nuestro asombro leyendo las crónicas sobre lo ocurrido, comienzan a filtrarse detalles sobre la actuación del capitán, Franchesco Schettino, desde que comienzan los cortes de luz hasta que huye despavorido entre los primeros botes salvavidas. Una muestra del goteo informativo, en parte fruto de la indagación de la prensa y muy en parte del interés de la compañía:
- Los testimonios de los supervivientes del Costa Concordia, muchos de los cuales llegaron a nado dada la cercanía de la costa, apuntan a que la puesta en marcha del plan de emergencia fue lenta y torpe.
- El empeño del capitán en acercarse a la isla de Giglio para homenajear a un miembro de su tripulación y, ya de paso, al alcalde, como había hecho muchas otras veces.
- Muchos testigos aseguran que el capitán y dos miembros de su equipo, magullados y empapados a pleno sol, pararon un taxi que los llevó a su hotel.
- La reveladora bronca, con perdón, del atónito Comandante,ordenando al capitán "volver inmediatamente al barco". Al día siguiente Schettino asegura que se cayó a uno de los botes salvavidas (¿?).
- No podía faltar una dosis berllusconiana: una chica de 23 años, que no ha sido
- identificada como pasajera, acompañaba al capitán en su camarote. (Una información reveladora, por cierto, en lo que al accidente se refiere).
Pero, por si cabía esta duda, este fin de semana he podido leer declaraciones de sus compañeros de profesión asegurando que Schettino era muy respetado en este entorno y podía presumir de un currículum intachable (comenzó como responsable de seguridad del barco). Esto exime en parte a la naviera de cara a la galería.
Lo verdaderamente cierto es que la gestión de la comunicación de esta crisis, encomendada a Burson-Masteller, se ha llevado a cabo lo suficientemente bien como para que, hasta el momento, poco se haya hablado en los medios de la responsabilidad de Costa Cruceros en el siniestro, que ya ha expresado en un comunicado que todo se debió a un error humano significativo. En el manejo inmediato de esta crisis de reputación, ese primer impacto del monstruo encallado en la orilla ha sido paliado desviando la atención hacia las golferías de un actor secundario. Incluso dando por hecho que los errores cometidos en ese viaje son un hecho aislado dentro de Costa Cruceros, seamos realistas: han de cometerse fallos delirantes para llegar a esa catástrofe.
Ahora que el asunto comienza a desvanecerse poco a poco de la agenda mediática, los muchos implicados en el desastre de Costa Cruceros tendrán que hacerse cargo de la otra parte de responsabilidad, muy probablemente, ante la justicia. Con su rápida respuesta, la compañía ha conseguido, al menos por el momento, que no sea la opinión pública quien juzgue y decida si sus barcos deben continuar navegando.